EL EJÉRCITO DE RESERVA

Sobre la comprensión del paro, según las tesis marxistas

Para la escuela marxista ningún fenómeno social histórico puede comprenderse fuera del contexto de la lucha de clases. Esta es, pues, y dado el carácter dialéctico del marxismo, el motor de la historia. En este sentido el marxismo otorga una herramienta holística de comprensión de la realidad social en contraposición con el reduccionismo (neo) liberal. La sociedad es algo más que la suma de los individuos. Estos individuos forman parte de clases cuya relación explica gran parte de la realidad social. El fenómeno del paro para la escuela marxista no es sino un instrumento más de dominación para quienes tienen derecho de vida o muerte sobre los trabajadores: la burguesía.

Marx explicaba que la cosificación del trabajo era una constante dentro del sistema capitalista. Esto es: la fuerza de trabajo es una mercancía más, con una particularidad: ser la única mercancía cuyo uso inserta valor en otras mercancías. Por ejemplo: el trabajo del cantero (trabajador en la cantera), el serrador y el empaquetador han convertido al filón de mármol escondido en el subsuelo en losas con valor en el sector de la construcción. Entendiendo que el salario es el precio de alquiler de la fuerza de trabajo: ¿qué mecanismos posee el capitalista para reducirlo y aumentar así su cota de beneficios? El mecanismo clásico para cualquier mercancía: aumentar su oferta. Así, los y las paradas son el ejército de reserva de la mano de obra. Aumentando la oferta de tan distinguida mercancía, es decir, de mano de obra, conseguimos degradar salarios y condiciones laborales. Es por ello que la clase capitalista necesita de la existencia de parados y paradas. Es por ello que la clase capitalista demanda la degradación o eliminación de los subsidios por desempleo, pues al empobrecer más al parado, éste estará más predispuesto a aceptar peores condiciones laborales. Para el capitalista el subsidio por desempleo es una distorsión del mecanismo que media entre aumento del ejército de reserva y depresión del salario.

Verifiquemos si nuestra tesis es válida para comprender los procesos sociales. A partir de finales de la década de los años 70, cuando comienzan a desarrollarse y aplicarse todas las medidas que darán lugar a la era neoliberal, se acuña un término para designar un fenómeno que comenzará a hacerse habitual en los países del centro de la economía: paro estructural. Hasta ese momento la existencia de paro era considerada como un fracaso de la sociedad, pero necesariamente está operando un cambio de mentalidad en el que se acepta con normalidad cierto número de trabajadores en paro. Mientras las privatizaciones y las deslocalizaciones aumentaban el ejército de reserva, la existencia de éste era necesaria para las posteriores reformas laborales en las que se degradaban condiciones laborales y se reducían los salarios, fundamentalmente de los trabajadores más jóvenes. Así son las sinergias entre las distintas patas del programa neoliberal en estos países. Los ejemplos más claros en nuestra historia reciente los tenemos en el hecho de que las reformas laborales más regresivas han sido impuestas en momentos de crisis que venían acompañados con tasas de paro elevadas: 1994 (Felipe González), 2010 (Zapatero) y 2012 (Rajoy). En la crisis actual, con más de 5 millones y medio de parados, los salarios nominales han caído tanto en el sector público como en el privado. Paradójicamente las reformas laborales no sólo no sirven para crear empleo, sino que además éstas afianzan la existencia del ejército de reserva que las parió al extender la flexibilidad laboral a los horarios, la movilidad, las vacaciones, etc. De hecho, tras la agresiva reforma laboral de los populares, éste ha sido el primer año en el que el repunte del turismo en el mes de julio no se ha traducido en un aumento similar de las contrataciones en el sector, haciendo que por primera vez en mucho tiempo el balance general durante dicho mes sea a favor de la destrucción de empleo. El reclutamiento en el ejército de reserva favorece el aumento de la explotación laboral.

Las tesis marxistas ponen sobre la mesa que las relaciones existentes entre reformas laborales y tasa de paro no son sino una de las formas en las que, de nuevo, se expresan las relaciones antagónicas entre clases sociales. Y esto es necesario comprenderlo desde una perspectiva de clase. De modo que cuando albergamos y reproducimos tópicos sobre la naturaleza ociosa de aquellos que cobran ayudas por desempleo o el PER en el campo, debemos como mínimo preguntarnos: de dónde y en interés de quién nace dicha idea. Encontraremos que replicando tales discursos, estamos actuando en contra de los intereses de la clase a la pertenecemos. Por tal motivo es importante comprender cómo se explica el paro desde las distintas tesis socio-económicas.

«¡QUE SE JODAN!»

Sobre la comprensión del paro, según las tesis neoliberales

La economía es una ciencia social. Como ciencia es una herramienta para comprender la realidad. Y tal como también ocurre, aunque en menor grado, en las ciencias naturales, las ciencias sociales poseen diversos marcos teóricos desde los que poder abordar los procesos. Dichos marcos teóricos en ocasiones son antagónicos los unos con los otros. Las tesis del neoliberalismo son hoy día hegemónicas en la Economía europea y mundial. Por tal motivo, es necesario saber cómo se interpreta la realidad social desde el neoliberalismo económico, puesto que el fatalismo en el que vivimos hace que estamos atados a sus designios.

El neoliberalismo parte de la idea de que todo individuo es libre, por lo que la comprensión del paro como fenómeno social se inicia desde esta lógica. Así, una persona opta libremente por trabajar o no trabajar; una mera decisión individual. Dicho de otra manera, y como bien le gusta ilustrar a un amigo mío, una persona se levanta por la mañana y mientras desayuna decide si ese día va o no va al trabajo. Al día siguiente se plantea el mismo dilema. Para los neoliberales, en poco más de dos años más de tres millones de trabajadores y trabajadoras han decidido no ir a trabajar. Es por ello por lo que el presidente del gobierno anuncia los recortes en las prestaciones por desempleo con la siguiente frase: “… se va a proceder a una revisión de las prestaciones por desempleo, garantizando que éstas no generen efectos desincentivadores en la búsqueda de empleo…” (la cursiva es mía). La ecuación es bien fácil: si estar en paro es una cuestión voluntaria, reducir las ayudas al parado lo estimula para ir a trabajar en lugar de quedarse en casa. Los neoliberales asocian así la degradación o eliminación de las ayudas por desempleo con políticas de creación de empleo, puesto que estar trabajando o en paro es una cuestión de puro voluntarismo, ya que parte de la libre elección del individuo.

Si la explicación neoliberal del paro fuese cierta, bastaría con eliminar totalmente las prestaciones por desempleo para acabar con el monstruoso número de parados y paradas, puesto que no se trata nada más que de un batallón de vagos, luego si les quitan parte de la ayuda, “que se jodan”.  Mientras que el resto de marcos teóricos en cualquier ciencia requieren de refutación o aceptación, como vemos el neoliberalismo parece estar a salvo del contraste con la realidad. Es por tanto incapaz de explicar la existencia de ese 1,7 millones de familias en las que ningún miembro tiene ya retribución salarial alguna o ese casi 40% de personas en paro que no reciben ya prestación alguna. ¿Cómo es posible que una persona se levante por la mañana y de entre la miseria y el trabajo elija la miseria? Los neoliberales son incapaces de explicar este fenómeno social sin recurrir al voluntarismo o la moralidad individual: no trabajan porque no quieren, porque no son capaces, porque son inadaptados sociales. Así, el neoliberalismo resucita en el terreno del paro el fantasma del darwinismo social: sólo sobrevivirán los más fuertes y adaptados.

Si un fenómeno colectivo cuyas cifras fluctúan en el tiempo histórico sólo es capaz de ser explicado por la suma de las decisiones individuales es porque nuestras tesis no poseen las herramientas teóricas para poder explicarlo. Porque: ¿cómo es que de repente tanta gente ha decidido no ir a trabajar? Y aún aceptando ese inconcebible escenario: habrá que explicar qué proceso social ha dado lugar a que tanta gente cambie su expectativa respecto al trabajo. El neoliberalismo es la encarnación del reduccionismo en las ciencias económicas, por eso no funciona. Por eso es incapaz de explicar los procesos sociales. Por eso Esperanza Aguirre nos pide fe, y no análisis crítico, en las medidas que toma el Gobierno, y como no, como cualquier religión que se precie, nos anuncia un Armagedón en forma de corralito en caso de no poder llevar a cabo sus designios.

Cuando al neoliberalismo le sobra la Ciencia: el contraste de hipótesis, la experimentación, el análisis de los resultados y la refutación de la teoría, podemos decir entonces que el neoliberalismo es Dios y sus discípulos y sacerdotes, los mismos que nos metieron en esta crisis, son quienes ahora pretenden sacarnos de ella. bienvenidos a la Edad Media en pleno siglo XXI.

LAS PRIMARIAS DEL PSOE: EL DESIERTO POLÍTICO DE LA SOCIALDEMOCRACIA

Por Javier Valdés

¡Manda güevos! Carme Chacón inaugura su candidatura a la secretaría general del PSOE… y lo hace en mi pueblo. No había más pueblos en todo el estado. En fin, de alguna manera habría de ganarse al resto de federaciones del partido, al fin y al cabo la política del PSOE se ha convertido en eso: gestos, gestos y gestos hasta el paroxismo. Del fondo mejor ni hablemos… de momento. Para la clase trabajadora el rostro de los “socialistas” siempre esboza una sonrisa, aunque cual Jason, en sus manos porte una motosierra.
La polémica Berstein-Luxemburgo de finales del siglo XIX giraba en torno a la estrategia reformista o revolucionaria de los, todavía, socialdemócratas alemanes. Mientras Rosa Luxemburgo encabezaba la postura revolucionaria debido al intrínseco carácter  de clase del Estado, los reformistas se empeñaban en que paso a paso, quienes ostentan la hegemonía de la violencia (las clases dominantes), se convencerían en cedernos amable y pacíficamente a los de abajo las riendas del poder del Estado, pues éste era neutro, es decir: sus padres no eran ni patrones ni obreros. Quienes posteriormente regentaron con exclusividad las siglas socialdemócratas en Europa siempre han creído ese cuentito, aunque hace mucho ya que dejaron el sueño reformista, el cual, al fin y cabo terminaba en un horizonte fuera del capitalismo… o eso pretendían. Cuando la necesidad de las clases dominantes fue la de ampliar los mercados dentro de los países coloniales, la socialdemocracia abrazó el keynesianismo como agua de mayo, quedando el horizonte político ya dentro del propio sistema que se pretendía modificar. Los treinta gloriosos se vivieron como una época en la que las tesis socialdemócratas florecientes se constataban año tras año, mientras se apuntalaba la idea de la convivencia de clases como una meta deseable para la humanidad. Cuando las crisis de rentabilidad de los 70 hicieron cambiar de estrategia al gran capital, quien se dispuso a aniquilar los estados sociales, la socialdemocracia comenzó una crisis política de la que aún no se ha recuperado, y de la que no sabemos si se recuperará.
Muchos han sido los intentos de la socialdemocracia de intentar diseñar un proyecto político que aúne su vago concepto de “justicia social” con la nueva agresividad del capital, a la cual es incapaz teórica y orgánicamente de plantarle cara. El más famoso, sin duda, fue ese experimento imposible entre el neoliberalismo y los estados sociales llamado social liberalismo. La estrategia de las clases dominantes tras los años 70 ha dejado a la socialdemocracia totalmente fuera de juego, no hay espacio ya para sus cuentos de hadas, pues la caída constante de la tasa de ganancia del capital y la concertación obligada entre clases no dejan ya margen para el respiro de la clase trabajadora. La socialdemocracia no tiene proyecto político para la clase social a la que dice representar. La parálisis creativa y la adaptación obediente y sin contrapartidas a los intereses de la burguesía son los dos rasgos que mejor definen al proyecto político actual de la socialdemocracia.
Y en este instante es en el que se encuentran Chacón y Rubalcaba intentando disputarse las ruinas políticas de un legado que ha pulverizado las esperanzas de las clases populares. Sin proyecto político para los de abajo, estos dos dragones del PSOE se presentan como sin ombligo ante los militantes de un partido sin capacidad  de crítica, y en el que los cuadros políticos se curten entre el arribismo y la retórica vacía. Ante tal desierto político, la única esperanza para el PSOE es que el otro partido mayoritario, es decir, la derecha, muestre su cara más agresiva y retrógrada para así ofrecerse como alternativa de cambio ante las clases populares. Sin embargo, en esta maniquea ecuación, lo que los dragones del PSOE no calibran es que cuanto más clara queda su ausencia de proyecto político y más fielmente cumplen el programa neoliberal cuando gobiernan, más se educa a la mayoría social en los dogmas de fe del neoliberalismo económico y del conservadurismo político, acercando más el factor subjetivo a las políticas de una derecha más radicalizada. Dicho de otra manera: mientras la única solución a la crisis de la socialdemocracia sea su antagonismo aparente con la derecha, más se dispondrá conscientemente la clase trabajadora hacia su matadero político.
Y así, Chacón y Rubalcaba pretenden nacer del barro por enésima vez y tras los desmanes de la derecha intentarán esconder su vinculación con: la bajada de salarios, la subida histórica de la edad de jubilación, la reducción de las pensiones públicas, el abaratamiento del despido, la posibilidad de descuelgue patronal de los convenios colectivos, la perpetuación de la precariedad laboral para la juventud, el tijeretazo en los servicios públicos, etc. Rezarán por que la derecha sea más agresiva que ellos mismos, para así poder optar a cierto espacio electoral. Lo malo es que mientras la clase trabajadora no tenga la capacidad de parir un proyecto político propio capaz de ser alternativa al capitalismo, la decadencia de la socialdemocracia arrastra consigo misma a la propia clase trabajadora.
Las primarias del PSOE no son sino un teatro en el que la sobre abundancia de gestos intenta esconder el vacío más absoluto de contenidos y la desorientación política en el que está instalado el partido. Por eso las primarias huelen a naftalina y el dónde es tanto más importante que el qué.

EL PARTIDO DEL 15-M: CABALLOS DE TROYA Y CABALLOS CUATRALBOS

Javier Valdés

La transformación del 15-M en partido significa la muerte del movimiento. A pesar de todo, sigue siendo lícito preguntarse sin prejuicios qué capacidad creadora tiene el movimiento, qué procesos se están dando en su seno y hacia donde nos dirigimos.

“Cuando el río suena, agua lleva”, cierto, pero ¿qué río es el que suena? Parece que desde los mass media y desde ciertos círculos políticos muy cercanos tanto al PP como al PSOE, están muy interesados en que el movimiento 15-M desemboque en el mejor de los casos en una entrada masiva de indignados e indignadas a sus filas (tesis del PSOE), o como mínimo en la aparición en la escena electoral del partido del 15-M (tesis del PP). Tanto es así, que mientras que la aparición en Valencia del supuesto partido del 15-M inundó los medios de comunicación, aún hoy hay que bucear en la web para encontrar la noticia de que el movimiento 15-M, pocos días después, se desvinculaba totalmente de dicho partido. Efectivamente, el partido nacía de gentes del movimiento, pero esa era la única vinculación con el 15-M. Un mensaje tan sencillo, que sin embargo es de una gran complejidad encontrar en la hemeroteca. Esto es sólo un pequeño ejemplo, una pequeña gota de un río que suena. Las personas que  están y estamos implicadas en las asambleas, sabemos que la fundación del partido 15-M está a años luz, no ya del consenso, sino de la más ajustada mayoría simple. El río que suena no es el de la fundación de tal partido, sino el de la intencionalidad por parte de ciertos sectores del poder de institucionalizar y esclerotizar el músculo de los y las de abajo, que ya parecía habérsenos osificado: el músculo del debate público y plural, el de la movilización y la imaginación colectiva. Algo demasiado peligroso cuando banqueros, grandes empresarios y sus políticos-lacayos pretenden hacernos pagar sus facturas atrasadas con intereses.

La creación de tal partido está tan fuera de la agenda y carece hoy de tanta realidad, que no me interesa hablar de ello, como tampoco me interesa hablar de las sirenas con corbata. Sin embargo, existen elementos del 15-M relativos a su capacidad creadora que sí son interesantes y que merecen cierta atención.

Cuando la realidad quema los falsos debates

Hace ya tiempo que el panorama de la izquierda es desolador: con un PSOE virando desde la socialdemocracia al social liberalismo primero y desde éste al neoliberalismo salvaje y depredador después; y con una Izquierda Unida sumida en una espiral de decadencia política a la que el pactismo con el PSOE y la institucionalización consecuente la han arrastrado. Esta decadencia de la izquierda hace que la guerra de posiciones políticas sea ganada día tras día por el conservadurismo en lo social y por el neoliberalismo* en lo económico, dejando campo libre a las reformas que las clases dominantes programaron ya a finales de los 70´: conquistados los mercados de ultramar, sólo queda ya obtener rentabilidad conquistando los mercados interiores, esto es: destruir los Estados Sociales.

En el plano sindical, la situación da para mucho más de lo que pudiera decir. Cabe señalar, no obstante, que el marco que se abre tras los pactos de la Moncloa pareciera más que un marco un yugo para la clase trabajadora, en la que el consenso con nuestros verdugos es el único escenario posible de acción sindical para las direcciones de los sindicatos mayoritarios, lo cual nos ha llevado a una pérdida progresiva de derechos, de forma que aquel insuficiente Estatuto de los Trabajadores de 1980, nos parece hoy un inmejorable punto de inicio tras el reseteo.

En este contexto, la teorización estratégica de parte de la izquierda radical ha sido la de que, puesto que no existe referente político, el pueblo habrá de crear el suyo propio con gentes de distinto pelaje, filiación y experiencia militante. Entiendo que en el contexto político mundial, para que dicho referente fuera tal, cabría en lo político un cuestionamiento radical del capitalismo, o al menos de su fase actual. En mi organización, a este hipotético referente lo hemos llamado: polo anticapitalista amplio. He de confesar que en un principio, este concepto no me convencía del todo por su aparente vacuidad, pero lo cierto es que sólo un futurólogo podría llenar de contenido el horizonte que está por venir, para al final encontrarnos con un montón de papel mojado. Sólo la paciencia, la realidad concreta y la astucia podrán ir dando color a ese horizonte estratégico.

El movimiento del 15-M deja aún muchos interrogantes sobre el futuro de los pueblos, y por tanto sobre la reconstrucción de una fuerza política por y para los de abajo capaz de hacerle frente al capital: ¿Ese polo amplio será un partido nuevo, una coalición entre partidos actuales, un frente de lucha? ¿Cuál será su estructura orgánica? ¿Cómo estará desarrollada su democracia interna tras los acontecimientos de los últimos meses? ¿Cuál será la relación entre anticapitalistas y antineoliberales? ¿Tendrá sentido político tal división? Creo que estamos aún lejos de poder contestar a ninguna de estas preguntas, no obstante, sí que podemos sacar conclusiones sobre algunos procesos que ya se están poniendo sobre la mesa y que, sin duda, hacen del 15-M un proceso constituyente de algo, que a algunos nos gustaría que fuese al menos un embrión de aquel polo anticapitalista amplio:

1. Si durante los últimos años, la tónica en la vida de los movimientos sociales era la de una difícil, o cuando menos ajetreada, convivencia entre determinadas sensibilidades políticas, en el movimiento 15-M se ha priorizado la creación de un patrimonio colectivo, limando asperezas que antaño se nos hacían abismos y hoy se nos tornan pequeños baches en el camino. Así vemos, aunque quizá no en todas las asambleas, confluencias entre corrientes desde marxistas a libertarias, pasando por la autonomía y por reformistas de izquierdas. La acción concreta en un movimiento amplio ha conseguido una unidad de acción, obstaculizada antaño por unos debates principistas que afloraban como gusanos de los cuerpos débiles de movimientos anteriores.  Y aunque efectivamente, esto es sólo un fotograma en la película que estamos filmando, el panorama no puede ser por menos que alentador, siempre y cuando continúe el trabajo honesto por la base y nadie intente patrimonializar el movimiento. Y todo esto sin tener en cuenta lo más importante: la entrada activa en la escena política de toda una generación joven sin filiación que ha crecido sin un claro referente político, pero que ha decidido que ante la situación de degradación política y de las propias condiciones de existencia había que mojarse. El 15-M es ya la mayor escuela de formación política y militante que ha existido en décadas, no sólo para los que no tenían experiencia política en la lucha social, sino para los que veníamos ya con cierto recorrido.

2. La evolución vertiginosa del propio discurso político del movimiento, necesariamente sitúa el consenso social más a la izquierda hoy que ayer. A pesar de las reticencias iniciales de ciertos sectores de no vincular las reivindicaciones del movimiento con reivindicaciones encaminadas a mejorar la vida de las clases populares y por ende, a señalar a los culpables de la crisis y a oponernos a sus reformas; hoy una de las principales piedras angulares del movimiento es la obstaculización de los desahucios, con la que se abre toda una crítica radical al sistema financiero-usurero y al desarrollismo español de la última década.

3. La posibilidad de que las actuales asambleas de barrio cristalicen en estructuras populares permanentes, parece algo más que un deseo. Esto es así desde el momento en que las asambleas de barrio asumen la tarea de convertirse en una herramienta con la que afrontar los problemas concretos a los que el grueso de la población está siendo sometido por la minoría adinerada. Esto da una credibilidad y una funcionalidad inesperada al movimiento, a la par que va concretando con la acción los puntos de aquellos programas infinitos. Además, hemos de sumar la construcción de una coordinación estatal entre asambleas, lo que otorga a la clase trabajadora y al resto de clase populares una forma rápida de organizar a nivel estatal una posible respuesta ante una nueva agresión. Asambleas de barrio y  coordinación estatal son dos de los mayores regalos que el 15-M podrá legar para las clases populares.

Aunque caminar no significa llegar a la meta, es incuestionable que haciéndolo nos acercamos más a ella. De la misma manera, aunque los elementos descritos no significan desembocar en la constitución de un polo anticapitalista de masas, sí que nos sitúan en un escenario infinitamente más favorable. La confluencia entre diversas corrientes políticas, la entrada en escena de toda una nueva generación militante, la evolución del discurso político y la posibilidad de crear estructuras populares y coordinaciones que pervivan en el tiempo, son elementos, que aún creados en apenas dos meses, significan ya uno de los mayores pasos logrados en décadas por la clase trabajadora y el resto de clases populares en el estado español.

Perspectivas de un necio

El 15-M ha sido, en cierto sentido, un muro para mí. Cualquier predicción y valoración que del mismo hice en sus inicios no tardó más de 24 horas en refutarse. No lograba ver más allá del hoy, y en ocasiones ni eso. Me hace gracia recordar que en sus comienzos vaticinaba que las acampadas eran un error y que no durarían más de 5 días, a lo sumo. En un momento, no recuerdo cuando, decidí dejarme arrastrar y resituarme. Era como cuando de niño me tiraba en la orilla de la playa y dejaba que el oleaje me rebozara con la arena a su gusto. No era consciente aún de la potencia del movimiento y mis coordenadas estaban hechas por la fragilidad y/o frugalidad de experiencias anteriores.

Cualquier perspectiva sobre este movimiento parece complicada. Sin embargo, hoy como ayer, sigo pensando que es el acercamiento concreto del movimiento a los problemas de la gente trabajadora una de las claves de su éxito. En una segunda fase tras las acampadas, el movimiento se dirigió a los barrios y decidió observar su realidad e intervenir en ella. Y eso fue un salto cualitativo importante. La gente hoy siente menos miedo que ayer porque sabe que no está sola ante unas situaciones que son colectivas.  Sin embargo, hay un miedo primitivo en nuestra sociedad que está lejos de haberse disipado: el miedo a quedarse sin empleo. Dicho de otro modo: el derecho de vida o muerte que poseen quienes ostentan los medios de producción sobre los y las asalariadas. Ese miedo, que está en el origen mismo de la dominación capitalista, no ha disminuido ni un ápice desde el 15 de mayo de 2011. Hace falta por tanto, una tercera fase que acerque el movimiento a los centros de trabajo, lo cual, evidentemente no es tarea fácil.  La consigna de Huelga General por parte del 15-M posee unas potencialidades interesantes de investigar a este respecto. Por un lado, dicha consigna plantea la dificultad de dar con la fórmula de cómo un movimiento social logra arrancar una fecha de huelga general: ¿Con qué sindicatos? ¿Con qué trabajadores? ¿Qué papel respecto de los trabajares organizados? En definitiva, la consigna de Huelga General obliga al movimiento a plantearse qué relación y qué acercamiento con el movimiento obrero organizado, lo cual es un objetivo prioritario. Existiendo además un interesante añadido, que es que hoy el 15-M parte con una credibilidad mayor de cara al grueso de la población del que tenían las direcciones sindicales cuando afrontaron el 29-S**. Todo esto, tal y como se hizo constar por las declaraciones de Toxo y Méndez el 20J, pone en un aprieto muy serio a las burocracias sindicales que habían intentado convencer a su afiliación de que el pensionazo firmado era la mejor salida dado que no existía posibilidad de movilización social. El 15-M los sonroja y con razón. Reforzar las confianzas y los intereses colectivos entre los y las trabajadoras también en los puestos de trabajo, a la par que se dan saltos cuantitativos conectando el barrio a las empresas es un objetivo que puede cumplir a la perfección la consigna de Huelga General, máxime cuando el otoño se nos augura calentito.

Conclusión

Cuando existe tanta intencionalidad por parte de ciertas esferas del poder en que el 15-M se convierta en partido, hay que entenderlo en los justos términos: dejad de dar la brasa en los barrios, convertíos en partido que se presenta a las elecciones y convertid vuestras reivindicaciones, no en democracia popular ni en acciones reivindicativas, sino en propuestas de ley. Esto es, en pocas palabras, la muerte del movimiento. Sin embargo, hay que entender que más allá de lo que los Rubalcabas y Rajoys pidan al movimiento y de su estrecha comprensión de lo que es un partido, el proceso del 15-M tiene una potencialidad creadora y podría ser el efecto fundador, sino ya de un polo anticapitalista amplio, al menos de una unidad de acción y creación que nos sitúe a los de abajo en mejor situación política. Para ello entiendo, pese a mi currículum de desatinos, que debemos meditar sobre cómo, tras el verano, nos adentramos en una tercera fase: el necesario acercamiento a los centros de trabajo y al movimiento obrero organizado. En ella, la consigna de Huelga General se posiciona como la más favorable.

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*Si algo ha puesto la gestión de la crisis sobre la mesa, es que el modelo económico no es neoliberal, puesto que no tiene ningún reparo en el intervencionismo estatal, cuando éste va dirigido a salvar las ganancias de las clases dominantes. Estamos pues ante un estado neoliberal para los pobres e intervencionista para los ricos: privatizar ganancias y socializar gastos.

**Cabe destacar que hoy la credibilidad social de las direcciones de CC.OO. y U.G.T. es tanto menor que antes del 29-S debido a la firma del pensionazo, lo cual es una seria dificultad ante la posibilidad de una futura Huelga General convocada desde ambas centrales sindicales. Tal es el sentido de que sea el 15-M, quien hoy ostenta una gran credibilidad social, quien empuje en esa dirección.

El esperpento del “acuerdo global y equilibrado”

Construir entre todos y todas una orientación sindical que nos saque del abismo

Para bien o para mal tengo ya 31 abriles. Nací en el verano de 1979, dos años después de los Pactos de la Moncloa. Mi visión de dichos pactos ha variado con el paso del tiempo. En un principio me tragué sin mucho esfuerzo el mito de la transición modélica que se vende al por mayor al gran público del estado. De muy joven entré en contacto con organizaciones de la izquierda radical, las cuales, aunque cada una con sus distintos matices, coincidían en una juicio bastante diferente del oficial sobre dichos pactos. Finalmente entré en Espacio Revolucionario Andaluz, la organización andaluza de Espacio Alternativo, hoy Izquierda Anticapitalista, y mi forma de pensar sobre lo que fueron los pactos de la Moncloa cambió definitivamente, y aún diría más: sin posibilidad de retorno a la versión oficial. Tras muchos libros, artículos y debates, hoy deben poner mucha vaselina al mito de la transición para hacérmelo tragar.

Sin embargo, lo que parte de mi generación “recuerda” sobre los pactos de la Moncloa, lo hizo a través de la generación que sí vivió y sufrió tal derrota. Por lo tanto, nuestra percepción de los hechos está muy influenciada por las voces y las plumas de los “veteranos”, en mi caso, de la izquierda que hicieron oposición al proceso. Hay un viejo proverbio chino que dice: “dime algo y lo olvidaré, enséñame algo y lo recordaré, hazme partícipe de algo y entonces aprenderé”. Hemos leído mucho y nos hemos creído sabios, sin embargo, mi generación ha aprendido (y aprehendido) lo que fueron los pactos de la Moncloa con la terrible imagen con la que premeditadamente he querido acompañar este artículo. Un curso intensivo de cruda realidad.

De nuevo otro pacto en el que perdemos y perdonamos los de siempre. Pero es éste un pacto de una gravedad sórdida. En él no sólo se entrega a la clase trabajadora a las fauces del león, a la antesala de la privatización de las pensiones (sistema de capitalización vs sistema contributivo), sino que además, con Toxo y Méndez como dos de los mosqueteros del pacto, se tira a la basura el cartucho de la movilización y no sabemos por cuánto tiempo. Si la credibilidad de las centrales sindicales mayoritarias antes del 29 S ya estaba por los suelos, en parte por años y años de pasteleo con la administración y alejamiento de la realidad de los y las trabajadoras, lo cual fue un obstáculo para quienes construimos la huelga en septiembre, dicha credibilidad hoy ha llegado a las antípodas. Se han aceptado las tesis de la patronal, quien al principio de la crisis mantenía que la única salida era que la gente trabajadora (no ellos, claro) debíamos trabajar más para ganar menos. El Gobierno socialista (dicen) y las cúpulas de CCOO y UGT dan cuerpo a lo que hace unos años considerábamos una fanfarronada del depuesto y siniestro Díaz Ferrán.

Ayer, como afiliado a CC.OO. asistí a una asamblea esperpéntica en mi sindicato. La misma dirección provincial que hace apenas un par de semanas, descolocada ante el anuncio del pacto global por Toxo el 11 de enero, se posicionaba crítica con la propuesta de la dirección confederal y mantenía la postura de dar continuidad a la movilización con el horizonte de huelga general, esa misma dirección se sentaba ayer ante una veintena de afiliados del sector de enseñanza y nos vendía las bondades del pacto. Una metamorfosis tan rauda difícilmente será digerida por alguien como yo, quien no entiende siquiera que los vestidos de agitador y sacerdote puedan estar en un mismo armario. Para rematar la faena, el cuadro se cerraba con la líder del sector crítico bailando al compás del pensionazo.

Quizá con más rabia que sosiego, solicité que se me explicara a qué se debía un cambio de posición de tal calibre, qué había cambiado en el contexto en un par de semanas para dar un giro de 180º. La pregunta central quedó sin contestar. Los dos argumentos básicos giraron en torno a la defensa de la lógica del pacto y fueron: uno, el posibilismo y dos, frenar la propuesta agresiva del Gobierno. El posibilismo es muy curioso, es la pseudo-ciencia de la historia-ficción: no estábamos en condiciones de una huelga, hubiera sido peor el realizarla, … es como una ciencia hecha para darse la razón a sí misma, pues como jamás se presta el evento a arder en las ascuas de la realidad, jamás se puede probar la veracidad de la hipótesis del fracaso apriorístico. Sin embargo, lo cierto era que antes del anuncio del pacto por parte de Toxo, el ánimo en muchos de los cuadros medios y afiliados de base del sindicato era el de construir la huelga general en caso de agresión del Gobierno, tal y como se anunciaba desde la dirección confederal antes del giro sospechoso. Tal hecho se demuestra en la lluvia casi diaria de comunicados de sectores provinciales, regionales e incluso uniones provinciales del sindicato desde el día después de que se anunciara el acuerdo hasta hoy. Esto, sin tener en cuenta que el primer sondeo muestra un rechazo del acuerdo por parte del 76% de la población… un acuerdo firmado por la dirección de CC.OO. y U.G.T. El otro argumento siempre me ha llamado la atención: como la reforma del Gobierno era agresiva contra los intereses de los trabajadores, pues entre otras cosas pretendía la capitalización de las pensiones, y por tanto su privatización, hemos firmado este acuerdo que es menos malo. Tomen nota futuros Gobiernos: si lo que pretenden es que nos comamos una mierda, pongan un mierdón sobre la mesa.

La realidad, sin embargo, no es ni un argumento ni el otro. La realidad radica en una orientación sindical que ve como hecho anómalo el salirse fuera de los límites de la concertación social… patología propia del sindicalismo en el Estado Español, tal vez herencia directa de las lógicas nacidas de los pactos de la Moncloa. No es posible que gran parte de los cuadros medios del sindicato hace un par de semanas estuvieran predispuestos a realizar una huelga general y ahora se introduzcan cual enema las bondades del “importante acuerdo social”, si no es porque gran parte de estos cuadros medios se han curtido dentro de las lógicas de la paz social y de una manera muy particular de entender el centralismo democrático. No quiero con esto restar importancia a las luchas mantenidas por dichas personas o dejarlas en un segundo lugar, sino que pretendo señalar que incluso el hecho de que después de navidad no estuviéramos en las mejores condiciones para afrontar otra huelga general es consecuencia de una estrategia sindical que temblando en la arena de la confrontación, mira por vicio a los despachos donde a nuestras espaldas se negocian nuestras vidas. Pues incluso después del 29 S no ha habido una política sindical orientada a mantener la tensión en la calle ni a combatir la campaña mediática que sostenía la mentira demostrable de que la huelga general fue un fracaso, lo cual iba allanando cada vez más la oscura senda hacia el pensionazo bendecido por la paz social, que es la paz de los Botín, los Ferrán o los Florentino Pérez, pero no la nuestra.

No obstante, a día de hoy sigue habiendo contradicción dentro del sindicato. No nos podemos conformar con la imagen de Dartacán y los tres mosqueteros firmando el acuerdo que nos postra de rodillas, esta vez hincándolas hasta el subsuelo, a la mayoría de la sociedad ante el gran capital. Afortunadamente fuera del sindicato la indignación es grande. Existe pues un caldo de cultivo para, al menos, intentar articular una respuesta entre todas las personas que hoy nos oponemos al pacto. En este momento el sectarismo entre quienes estando en contra del acuerdo, estamos dispuestos a dar la batalla en los frentes que sean necesarios puede ser crucial… en lo negativo, claro. Sólo la creación de complicidades entre personas con una misma orientación sindical más combativa nos puede dar la llave para abrir la puerta de una movilización general contra el pensionazo. En este terreno de nada nos valen los juicios sobre las siglas sindicales, como si un sindicato fuera un todo homogéneo. Es preciso, por tanto, la organización dentro del sindicato, pero también es preciso saber que debemos tejer coordinaciones intersindicales entre gentes dispuestas a construir conjuntamente una orientación sindical combativa y unitaria que vaya más allá de la oposición frontal al acuerdo sobre las pensiones. Una cuestión crucial para los tiempos que corren.

HUELGA GENERAL EL 29 DE SEPTIEMBRE… hasta enterrarlos en el mar

Tarde y torpemente se han dado cuenta las direcciones sindicales de la parálisis a la que les han llevado años y años de negociación y pactos con una patronal y un Estado que no son sino el mismo perro con distinto collar. Una parálisis que afecta a todas y cada una de las personas que se ganan el pan con el sudor de su frente convertido  en salario, áquel que hoy parece ser el origen de todo mal, de toda crisis, lejos quedan ya las manidas subprime o cualquier análisis que no señale al salario como el nudo gordiano de la recesión. Cuando los poderosos pierden, nos abaratan el despido y nos reducen el salario, cuando ganan, sólo nos lo moderan: ¡bienvenidos al circo del neoliberalismo donde gane quien gane, siempre podremos acertar quien va a perder: nosotros, los trabajadores; nosotras, las trabajadoras!

La huelga del 29 de septiembre llega tarde y mal… pero llega. Será la primera huelga convocada a nivel europeo. Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Grecia, … parecen sumarse al carro del NO a la sangría de derechos y conquistas sociales y laborales que está arrasando Europa. Aquel fantasma que la recorría más de un siglo ha, no parece sino un eco lejano de cuando nos creíamos capaces. Ahora son otros fantasmas las que como peste medieval cabalgan de sur a norte llevándose consigo, no ya los logros de 1917, sino el contrato de 1789. Pese a la claudicación y la venta por módulos, aún hoy es preciso recordar que el peor sindicato para las y los de abajo es el que no existe.

Con el campo de batalla lleno de nuestros cadáveres -aquéllos que sabían que estábamos en guerra- y con el retroceso claro de nuestras trincheras, a veces me pregunto: ¿será éste el potro de patas blancas con el que nos volvamos a sentir capaces de hundirlos en el abismo del océano?

A galopar

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