CUANDO LUCHAR ES LA ÚNICA OPCIÓN Y ADEMÁS ES EL SUICIDIO

La familia García vivía en una casita de dos plantas a las afueras de la ciudad, cerca de los Delafonte, de cuya casa se decía que poseía la mayor caldera de gas para calefacción de todo el pueblo, tanto que podía incluso abastecer a medio barrio durante casi un año entero. Los París, una familia llegada de muy lejos, habían recorrido un largo camino hasta el pueblo. Habían sido perseguidos desde tiempos remotos desde que expulsaron del pueblo a un tatara tatara tatara tatarabuelo del padre D. Teodoro París. Durante mucho tiempo habían pensado en trasladarse a Argentina, pero finalmente, las autoridades locales decidieron darle cobijo en la tierra natal del antepasado del señor Teodoro, cuando tras una larga guerra los París, junto con otros muchos más, habían sido casi liquidados por el dictador de Tomeinia Andolf Hinkel. Como resultó que en el pueblo, tras una década de especulación urbanística, se había construido todo lo que se podía, no quedaba suelo donde poder albergar a los París. Por lo que las autoridades decidieron albergarlos en la casa de los García, lo cual sería visto como una muestra de multiculturalidad y respetuo mútuo, salvo por un pequeño detalle sin importancia: la propuesta no contaba con el beneplácito de los García. A pesar de ello, los París llegaron con todos sus enseres el día en que el Ayuntamiento así se lo indicó.

Habían partido la casa en dos: la planta baja sería para los París y la planta de arriba para los García. Poco o nada duró tal reparto de espacios, ya que el primer día de convivencia, los París decidieron que la planta de abajo no les permitiría ver las puestas de sol sobre el valle, ya que el seto de ciprés que rodeaba la casa alcanzaba más de metro y medio. Los París invitaron a los García a cederles algunas de las habitaciones de la planta de arriba, a lo cual se negaron en redondo. En ese momento comenzó una trifulca que llevó a las manos a los padres de cada una de las familias. Los París contrataron los servicios de un matón para que intimidara a los García. Estos últimos pidieron ayuda a las casas vecinas, llamada que sólo fue respondida por algunas familias. Los García reclamaban que la casa número 34 de la calle don Perignon era únicamente propiedad de ellos. Pero todos los esfuerzos fueron en vano, a cada nueva familia que acudía en auxilio de los García se sumaba un nuevo matón que en ocasiones era contratado directamente por el Ayuntamiento, quien a través de los París pretendía mantener bajo control la gran caldera de gas de sus vecinos los Delafonte. Finalmente, viendo que la capacidad en contratar sicarios de los París era ilimitada, los García se vieron relegados a dos habitaciones de la planta de arriba: la habitación de matrimonio y el cuarto de baño.

No podían acceder a la cocina, lo cual les hizo tener que improvisar una cocina en la habitación de matrimonio. Algunos miembros de la familia eran buscados por sicarios de los París y tuvieron que huir a otras casa adyacentes, muchas de las cuales les denegaron posteriormente la entrada por miedo a las represalias que pudiera llevar a cabo el propio Ayuntamiento, tal vez en la factura de la luz, quien tildaba a los García de provocadores y exaltados.

La única fuente de agua para los García que habían decidido no abandonar su casa era el cuarto de baño. Quienes vivían en la habitación de matrimonio tenían que pasar serios controles para poder llegar al cuarto de baño a por una jarra de agua. Pronto les prohibieron el uso de los pasillos y de las escaleras de la casa, por lo que todo intercambio de víveres y enseres debieron de ingeniárselas para realizarlo por las ventanas.

Pero la paciencia de los García también tenía un límite. De modo que con algunas de los productos que existían en el botiquín del cuarto de baño, hicieron algo parecido a unos petardos con los que pretendían reconquistar las habitaciones perdidas, al menos, de la primera planta. Las respuestas de los París, no sólo no se hacían esperan sino que a veces llegaban sin haber sido necesaria provocación alguna y generalmente consistían en que sus matones, con ayuda de la Policía Municipal, y provistos de armamento de última generación, entraban en las habitaciones de los García y dejaban tras de sí algún cadáver y unos cuantos mal heridos, sin importarles quien había o no tirado el petardo en cuestión.

Después cortaron el agua del cuarto de baño de arriba. Luego la luz de las dos habitaciones. Más tarde tapiaron las puertas. Los productos les llegaban desde la casa de al lado, cuyas ventanas estaban interconectadas por unas cuerdas que sólo pendían por las noches, a fin de esquivar la perpetua mirada de los París. El conflicto se intensificaba y los García estaban cada vez más sumidos en un callejón sin salida. Ellos decidieron lanzar petardos. Una generación entera de los García había nacido ya con la muerte como compañera de viaje, jugando entre los escombros de lo que un día fue su casa. ¿Y tú, qué hubieras hecho?

Evidentemente esta historia es una burda simplificación de otra historia que me contaron, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Por cierto, creo que ahora Israel está llevando a cabo una de las mayores ofensivas bélicas (ellos las llaman incursiones) sobre la franja de Gaza y además esta noche juega el Madrid… digo, por si a alguien le interesa.

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8 comentarios

  1. enero 4, 2009 a 9:40 pm

    Me ha encantado la metáfora. Un abrazote

  2. enero 5, 2009 a 10:51 am

    Perdonarás, dado mi estado febril, que no lea el post pero que ponga una pequeña nota para que veas que ha surtido efecto tu estrategia capta-lectores:

    «Militante de la izquierda revolucionaria, investigador, escaso tocador de saxos y gran bebedor de cerveza»

    interesante 😉

    Bss enfermizos desde un desierto laboratorio

    H

  3. pplu said,

    enero 5, 2009 a 11:41 am

    gracias Javi, fantástico como todo lo que has escrito antes. espero que la terapia surta efecto y, lo desees o no, que se amplie el espectro de lectores de este huequito.
    un besito

  4. lmatias said,

    enero 6, 2009 a 6:45 pm

    Genial metáfora de la cruda realidad. Como siempre, sigue siendo un placer leerte.
    Besos rechupeteaos.

  5. Jesús said,

    enero 7, 2009 a 2:44 pm

    Gracias Javi por este texto.

    Un abrazo.

  6. enero 9, 2009 a 3:26 pm

    Creo que este artículo te puede interesar. ¡Un abrazote!

    http://www.elmundo.es/elmundo/2008/12/30/internacional/1230654642.html

  7. moncadista said,

    enero 10, 2009 a 7:50 pm

    Hola, acabo de volver de la mani en Barcelona contra el genocidio. Ha sido impresionante, me ha puesto las pilas. Es la mani más numerosa, intensa y emotiva en la que he estado en muchos años…
    un saludo

  8. Sandra said,

    enero 10, 2009 a 10:47 pm

    Hola Javi!
    Muy buena la entrada. Acabo de volver de la mani de hoy en Barcelona. Ha sido increible. Hacía años que no veía una manifestación tan masiva, tan vibrante, tan contundente, con tanta fuerza… Se está hablando de 200.000 personas o más. Nosotr@s hemos tardado casi dos horas en empezar a andar de la gente que había. A lo que hemos llegado a la plaça Sant Jaume ya se había acabado todo… Enhorabuena a l@s barcelones@s por la muestra de crítica, unidad y solidaridad de hoy, y por poner a los representantes del tripartito en su sitio… Un abrazo!
    Sandra


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